¿Es la Censura Reflejo de Temores y Miedos de los Poderosos?
Por: LUCIO RAMÍREZ MEDINA.
La censura nunca habla de lo censurado: habla de los miedos del poder y cada época muestra su termómetro. Ayer fue la herejía, la subversión o la “inmoralidad femenina”, hoy son los hashtags incómodos, las denuncias digitales, las voces que incomodan a gobiernos y empresas, asegura Claudia Calvin, internacionalista y consultora en temas globales, igualdad, TIC y liderazgo, quien remata: lacensura, en resumen, revela no lo que la sociedad teme sino lo que la sociedad puede arrebatarle al poder.
Explica que, en la Edad Media, la Iglesia temía perder la fe de sus feligreses; en el siglo XX, los gobiernos temieron la subversión política y, de manera persistente, a lo largo de los siglos, el patriarcado ha temido las voces de las mujeres que desafían la obediencia y sus mandatos. Hoy, las corporaciones temen lo que erosiona sus intereses económicos y lo que incomoda a la moral dominante.
Con la modernidad llegó el miedo político. Los Estados temieron que la imprenta, la prensa y el cine alimentaran la rebelión. En 1643, el Parlamento inglés aprobó el Licensing Order, que imponía licencias previas para toda publicación y el registro de impresores, bajo pena de confiscación y cárcel. Tres siglos después, en pleno siglo XX, los gobiernos seguían persiguiendo las ideas que cuestionaban su legitimidad. Durante la Guerra Fría, Hollywood fue escenario de las célebres “listas negras” que arruinaron las carreras de guionistas, directores, actores y actrices acusadas de simpatías comunistas. El Macartismo fue la visión “moderna” de la censura a mediados del siglo XX. El estalinismo no se quedó atrás, igual que la Revolución Cultural de Mao en China. En América Latina, las dictaduras militares controlaron redacciones, clausuraron periódicos, encarcelaron y asesinaron periodistas, profesores y activistas. La censura era la confesión de un miedo profundo y que, sin duda alguna, les quitaba el sueño: que la palabra pudiera convertirse en acción política y desafío a su hegemonía.
Frente a todo esto ha habido un miedo que a lo largo de la historia ha sido permanente, constante y transversal: el miedo patriarcal a la voz y poder de las mujeres. La historia de la censura está escrita sobre sus silencios e invisibilización. Sor Juana Inés de la Cruz, en el siglo XVII, fue presionada por la jerarquía eclesiástica a dejar la escritura y vender su biblioteca, reducida al silencio forzado que el poder masculino exigía y obligada a firmar una “Confesión de obediencia”.
El poder patriarcal tiene temor a la voz y la palabra de las mujeres, porque esa palabra es un cuestionamiento directo al mandato de silencio y obediencia que se les ha impuesto a lo largo de la historia.
En el siglo XXI, la censura ya no es patrimonio exclusivo del Estado. Hoy los grandes miedos del poder se expresan en versión tecnológica y económica. Plataformas privadas como Facebook, Instagram o X (antes Twitter) han impuesto sus propios filtros, bajo el argumento de proteger a los usuarios.
La censura nunca habla de lo censurado: habla de los miedos del poder y cada época muestra su termómetro. Ayer fue la herejía, la subversión o la “inmoralidad femenina”, hoy son los hashtags incómodos, las denuncias digitales, las voces que incomodan a gobiernos y empresas.
El reto democrático actual no es sólo proteger la libertad de expresión: es impedir que quienes tienen el poder, político, económico, cultural y patriarcal, sigan decidiendo quién puede hablar y qué puede decir.
Porque si algo revela la censura, es que lo que de verdad teme el poder es perder el control sobre el silencio y la palabra de los demás.
*Licenciado y Maestro en Periodismo
lurame_3@hotmail.com @luciorm






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