El discurso de 4T en seguridad comienza a desgastarse.

Por: JOSÉ BUENDÍA HEGEWISCH.

La reacción oficial en la crisis de seguridad comienza a mostrar límites al discurso de justificar incapacidades del gobierno actual con los responsables del pasado. El sobrecalentamiento de la retórica de la 4T deja ver pérdida de potencia por el desgaste de una narrativa que exime de fallos y culpas ante el golpe de realidad de la violencia en estados controlados por mafias.

La impresión general de las palabras de Sheinbaum de cara a la exigencia de paz y justicia en Michoacán es de cierto extravío del dominio del lenguaje político; con piezas trilladas o mal colocadas que sirven de estratagema para evadir el juicio, como el reo que defiende su imputabilidad por estar en otro lado al lugar del crimen. La coartada para evadir compromisos presentes con la incumbencia de los gobiernos de Calderón y Peña Nieto, y su operador de seguridad García Luna, da muestra de agotamiento; alcanza cada vez menos para cambiar el estado de ánimo del público expuesto al delito diario, a pesar de cifras de resultados positivos de la estrategia de seguridad.

La retórica trabaja con probabilidad, no con certezas, pero requiere de argumentos y pruebas creíbles y comprensibles para todos; que dependen del ethos que imprime el orador por su carácter e historia, y el pathos, que se refiere a las emociones del público. ¿Es todavía creíble el justificante de la guerra contra las drogas de Calderón de 2006 para explicarse la violencia actual? ¿Qué dice a miles que acomodan su vida diaria a las reglas de la extorsión y el cobro de piso ya en el segundo gobierno de la 4T? Esta narrativa sonará hueca a todos los que sufren el avance de la delincuencia y de estados paralelos construidos por el crimen para controlar los territorios.

El discurso comienza a cebarse en la pira de crímenes de alto impacto del presidente municipal de Uruapan, Carlos Manzo, y antes del líder citrícola Bernardo Bravo; más para los que temen denunciar delitos que se multiplican en los últimos siete años sin que la 4T haya encontrado respuestas para reducirlos. También parece falto de coherencia refutar la guerra contra las drogas por estar fuera de la ley cuando la delincuencia compromete el orden jurídico del país con permiso para matar, por la impunidad. Claro que no es legal eliminar narcotraficantes sin juicio, pero tampoco dejar de aplicar la ley a quien cometa delito, como reconoció García Harfuch en el Senado. Tanto como la descalificación de “carroñeros” a críticos o equiparar a adversarios políticos con criminales por cuestionar la capacidad de las autoridades de alcanzar la paz y proteger a Manzo de un atentado en la plaza pública propinado por un menor de edad ante la mirada impávida de sus 14 guardias de seguridad; aunque luego la Presidenta corrigió con el anuncio del nuevo Plan de Paz para Michoacán ante el desbordamiento de indignación y protestas.

Rebajar la responsabilidad erosiona la credibilidad del discurso, porque resalta el modo electoral ante otro triunfo de la violencia; pero rinde cada vez menos credibilidad a la autoridad; que por ejemplo en el caso del gobernador Michoacán esta en franco declive por su inoperancia y el rechazo en el pathos de las emociones del público. ¿Qué consecuencias tiene la baja de la potencia disuasiva del gobierno? En la respuesta está la lección que puede dejar el enojo larvado en un estado símbolo de la inseguridad por sucesivos fracasos de los últimos cuatro gobiernos para reducir la violencia y traer la paz, como vuelve a prometer la estrategia y plan del gobierno.

Pero, siguiendo las reglas de la retórica, podría decirse que, por un lado, el discurso de la excusa con el pasado empieza a sonar cansina entre la gente y en la confianza de la estrategia de Sheinbaum, y también en su aprobación popular. Tener la mirada en el retrovisor aleja la esperanza de la paz, más allá de debates sobre la culpa de estrategias fallidas, sean las del PRI y el PAN o los “abrazos, no balazos” de López Obrador.

Y, en conclusión, reflejar falta de coherencia entre el discurso de los liderazgos políticos y sus acciones es punto de partida de la desconexión con el público. La protesta en Michoacán es un llamado de atención al gobierno para realinear sus estructuras con lo que predica y empatar sus dichos y hechos.

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