¿Por Qué Necesitamos Enriquecer Discusión Sobre la Pobreza?
Por: LUCIO RAMÍREZ MEDINA.
Mario Luis Fuentes,Investigador del PUED-UNAM asegura que cuando se reduce la discusión sobre la pobreza a los “mínimos aceptables”, se incurre en una forma de administración moral de la miseria, por lo que sugiere que hay que enriquecer la discusión sobre la pobreza
En las últimas mediciones oficiales, los indicadores de pobreza en México muestran una reducción significativa. Así se habrá de corroborar con los resultados que dé a conocer el INEGI en torno a los datos recabados sobre la pobreza y la vulnerabilidad, en 2024. En efecto, el número de personas consideradas en situación de pobreza ha disminuido de manera importante, impulsado de forma mayoritaria por el incremento de los ingresos laborales en los deciles más bajos de la población ocupada.
Tal avance no debe ser desconocido: es importante, es positivo, y representa una mejora relativa en las condiciones de ingreso y a satisfactores elementales para la vida de millones de personas que habitan en los márgenes del sistema económico. Sin embargo, desde una perspectiva que reconozca la interdependencia entre las condiciones materiales de existencia y las estructuras de dominación y sujeción del poder político, es urgente advertir que esta reducción cuantitativa no basta para hablar de justicia social ni de superación de la pobreza como fenómeno estructural.
El problema de fondo no es solo cuánto ha disminuido el número de pobres -lo cual se mide con perspectivas y herramientas metodológicas que, por cierto, no están exentas de disputas teóricas y políticas-, sino la forma en que se concibe y se define la pobreza desde las instituciones del Estado y desde el consenso tecnocrático. Lo que ha predominado, incluso en la noción “multidimensional” de la pobreza, es una concepción esencialmente carencial: se entiende que la persona pobre es aquella que carece de ciertos bienes, servicios (en términos de afiliación o disponibilidad, pero no acceso efectivo) o ingresos. Pero incluso tal enfoque “multidimensional” termina subsumido en un marco estrecho, centrado en la privación material, sin cuestionar los dispositivos sociales y económicos que la producen y la perpetúan. Frente a ello, es necesario retomar la pregunta de fondo que las teorías críticas de la justicia han formulado de manera constante: ¿qué entendemos por vida humana digna? ¿Qué tipo de humanidad estamos reproduciendo cuando aceptamos como suficiente que las personas tengan apenas lo mínimo para sobrevivir, sin preguntarnos por las condiciones para una vida plena, autónoma y emancipada?
Cuando se reduce la discusión sobre la pobreza a los “mínimos aceptables”, se incurre en una forma de administración moral de la miseria. Se establecen umbrales de tolerancia al sufrimiento material que el aparato estatal debe evitar que se crucen; pero no se interroga la arquitectura social que produce y distribuye dicho sufrimiento. Como bien planteara Axel Honneth, la justicia no puede reducirse a la asignación de bienes, sino que debe abarcar las condiciones de reconocimiento social que permiten a los sujetos desarrollar sus capacidades, aspiraciones y formas de vida legítimas.
No se trata de administrar la escasez con más eficiencia, sino de cuestionar por qué existe esa escasez en un país con tantas capacidades desaprovechadas. Esto, porque es un hecho que la debilidad de la política fiscal mexicana impide financiar un verdadero Estado social de derechos. En el fondo, lo que falta no es voluntad de ayudar a los más pobres, sino decisión política para desmontar privilegios, aumentar la progresividad tributaria y construir una economía del cuidado, del bienestar y del reconocimiento mutuo.
*Licenciado y Maestro en Periodismo lurame_3@hotmail.com @luciorm






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