Trump, el “palo y la zanahoria” a México.
Por: JOSÉ BUENDÍA HEGEWISCH.
La política de Trump con México se resume en la frase del “palo y la zanahoria”: el uso intensivo de métodos de control con los cuales alinear al socio a sus intereses geoeconómicos y sacar ventaja para sus empresas, roturado con la promesa de recompensar con un trato preferencial dentro de la renegociación del T-MEC en su agresiva ofensiva proteccionista en el mundo. Es decir, la vieja fórmula de golpear el lomo con el garrote para eliminar barreras no arancelarias (regulaciones) que obstaculicen su proyecto de reindustrialización y guerra comercial contra China. Pero con el compromiso de reducir el castigo si lo hace bien o amenazas de consecuencias negativas y hasta humillantes si no lo hace, como imponer sus designios en la cruzada contra las drogas o criminalizar la migración, y hasta riesgos de complicidad en ejecuciones extrajudiciales en el Caribe con la excusa de atacar a los cárteles.
Y, luego, la zanahoria de concesiones de tiempo para que México cumpla con sus exigencias de cambios en la política comercial y evitar así aranceles adicionales, que, si no, habrían entrado en vigor este fin de semana; aunque siguen todos los anteriores de 25% a los productos fuera del T-MEC, el durísimo al acero y aluminio, y uno nuevo a camiones de carga. Al tiempo que Trump se dice satisfecho por la pausa que dio para negociar su pliego petitorio del desarme de regulaciones y normas mexicanas que no favorezcan a sus empresas, protejan a sus inversionistas de industrias farmacéuticas o tecnológicas. Su objetivo es que México realinee puertas y ventanas a sus necesidades para colonizar y dominar su mercado. México y EU son los mayores socios entre sí, pero el azote de presiones no corresponde a una colaboración que pretenda objetivos mutuos; menos con métodos que se quieren atribuir a formas de negociar pragmáticas y corporativas de un empresario decidido a transgredir leyes internacionales y soberanías nacionales si así conviene al “América Primero”; pero no es sólo él, también otros republicanos, Marco Rubio o Vance, listos para sucederlo.
La dinámica de su poder es agotadora e incierta por la política de acoso y derribo, en nuestro caso de 54 barreras que eufemísticamente llama no arancelarias, pero que son regulaciones, incluso constitucionales, sobre inversiones que lleguen a México: estándares farmacéuticos, apertura energética, restricciones fiscales o encarecer importaciones chinas. Para China es “coerción” pura y dura para obligar a México a servir de instrumento geopolítico en las cadenas industriales estadunidenses, mientras algunos sectores de la IP mexicana creen que su eliminación beneficiaría al país. En cualquier caso, la dinámica es infernal: la estrategia para mover al “burro” –como nos caricaturizan canales trumpistas en viñetas contra los demócratas– es alternar algo bueno, como pausar nuevos aranceles con que se amenaza hace 90 días, aunque sin saber por cuánto tiempo; algo malo es que permanece intacta la batería que aplicó desde junio pasado. También sería bueno un nuevo acuerdo de seguridad, migración y comercio, para devolver la certidumbre a la economía; pero es malo que persista la incertidumbre sobre su fecha y alcance o si implicará o no retirar aranceles vigentes para llegar con la mesa limpia a la renegociación del T-MEC.
Por su parte, el gobierno mexicano no ha informado del avance de acuerdos para desmantelar dichas barreras, cuya lista no es pública. Pero la presidenta Sheinbaum celebra la nueva pausa arancelaria para resolver asuntos pendientes con EU, aunque su gobierno resienta el garrote cuando lo descargan para pegarle políticamente con la cancelación de 13 rutas del AIFA hacia EU, generar desventajas a empresas mexicanas y golpear el crecimiento. “No somos piñata de nadie, a México se le respeta”, dice para retomar el discurso defensa soberanista que asoma cuando arrecia la presión y se aleja la zanahoria. Con esa política es difícil asegurar si vamos bien en la reconformación geoeconómica de la relación con EU, como se ufana en decir siempre que desactiva otro amago de castigo en llamadas telefónicas con Trump. Pero lo que es evidente es que el gobierno de EU aprieta tuercas en su consulta interna al T-MEC, para determinar el impacto de derruir las barreras que reclama a México dentro del nuevo expansionismo de sus inversiones y comercio.






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