Por: OCTAVIO MARTÍNEZ VARGAS.

En una noche brillante en Ginebra, una joven estudiante mexicana se paró en el escenario global para recibir el premio mundial de la ciencia por crear un invento innovador – un sistema capaz de purificar el agua usando energía solar.

Con lágrimas de alegría, dedicó su victoria a su familia, maestros y país. El público aplaudió su innovación, mientras que México celebraba el alma detrás de ella.

Desde un humilde aula hasta un centro de atención internacional, su historia nos recuerda que los sueños alimentados por la determinación no conocen fronteras.

Esa noche, ella no solo ganó un premio – encendió una chispa:

Un futuro más limpio.

Una generación que cree en sí misma.

Un México que brilla con ciencia, esperanza y orgullo ante los ojos del mundo.