El PAN en el laberinto de su crisis eterna.
Por: JOSÉ BUENDÍA HEGEWISCH.
La dirigencia del PAN anuncia un proyecto para resucitar de la crisis eterna en que se debate la derecha mexicana hace más de una década, con un partido dividido y ajeno a la transición del conservadurismo en el mundo. Su relanzamiento lo hace desde el rescoldo de viejos tiempos que no volverán y de la búsqueda de futuro con cambios cosméticos para purificar su imagen política.
¿Qué le dice al país el partido más antiguo y con menos militancia? ¿Dónde está la fuerza que dominó el régimen de poder compartido con el PRI y hoy roza el nivel mínimo para conservar registro? ¿Qué significan sus colores para mayorías decepcionadas con la modernización neoliberal y la globalización? ¿Cuál la identidad de una derecha que enarbolaba la anticorrupción y su dirigencia lleva la marca del “cártel inmobiliario”? ¿Qué abrazaba la democracia filantrópica de Bill Gates y hoy no sabe su lugar ante el capitalismo egoísta, salvaje y sin empatía de Trump y Musk?
Urgido de cambios, el PAN se propone una estrategia para abrirse a nuevos militantes y una nueva narrativa anclada en la defensa de México frente a la destrucción de Morena; que, sin embargo, reedita su discurso de los últimos años con la mirada en el retrovisor. Atractiva para su voto duro y críticos de la 4T que la repiten como mantra de regreso al pasado cuando su mayor problema es definir su lugar político frente al abandono de sectores conservadores y clases medias por el fracaso de beneficios que prometía su proyecto de modernidad, y que jalan la agenda política a la derecha entre la 4T y grupos nonatos de ultraderecha. ¿Dónde quiere ubicarse? En el aséptico centro político que compartió en su amasiato con el PRI o nueva zona de confort para abrazar la retórica de derechos del “progresismo” con un acercamiento a MC.
Pero su relanzamiento desplanta de viejas controversias internas. El más divisivo, el fracaso de la política de alianzas a la que apostó todo su capital la anterior dirigencia de Marko Cortés y a la que la actual de Jorge Romero quiere dar marcha atrás. El PAN se aboca a sacudirse el descrédito de su ligazón con el PRI de Alito Moreno antes de que la impopularidad del priista precipite a los dos partidos a la tumba; en un reconocimiento tácito del naufragio del Frente opositor contra Morena y su idea de salvar a México con la unidad opositora.
Otra vez la urgencia se encarga a discursos vacuos y aparentar posturas que, en realidad, ocultan la ausencia de liderazgo de Romero y de definiciones claras de la agenda política del partido. Es decir, un cambio de imagen. Los pasos erráticos de quien se mueve sin rumbo fijo, ni asentarse en su lugar, y la falta de visión que pretende suplir con la visibilidad de campañas publicitarias y marketing político. Éste es el plato fuerte de la nueva etapa que anuncia una especie de “PAN first” en que “ninguna sigla se antepondrá” a la suya, pero sin descartar ninguna alianza. Una postura vagabunda y nómada como el pragmatismo de gerencias comerciales en búsqueda de nuevos socios y mercados; pero que pierde fuerza al correrse el maquillaje con el contacto de la arena política. Sheinbaum aprovecha los balbuceos panistas para poner en entredicho a su dirigencia y marcar la agenda política como hacía López Obrador para controlar opositores cuestionando ex ante sus planes o destapando candidatos, como con Xóchitl Gálvez o Samuel García en NL; en este caso, forzar a MC a tomar distancia de guiños panistas con el acrónimo deliberado del MCPAN en la frente de sus nuevos planes.
Además de renovar imagen, el viejo partido retoma su añeja discusión de abrirse a la sociedad, que desde Calderón se fue aislando en sus cúpulas y cerrando a nueva militancia por el temor de “ganar el poder y perder el partido”. Y también adoptar el método de encuesta para las candidaturas, como hace Morena, para premiar la popularidad sin perder el control del proceso; aunque ni siquiera es claro si cuentan con el consenso del partido.
Pero la rectificación del PAN tendría que empezar por la autocrítica del mayor error por hacer del antiobradorismo el centro de su lucha política. Porque esa estrategia implicó abandonar al partido en manos de dirigentes mediocres y encerrarse en sus feudos estatales, creyendo que desde ahí podría disputarle el poder.






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