Por: CRÉDITO AL AUTOR.

Hay un instante en el que el alma de un animal se despide.
No hacen falta palabras… solo una mirada tranquila, un suspiro profundo… y el suave vuelo de un espíritu que se eleva.
A veces ocurre en silencio, en una clínica, en casa, en brazos… otras veces rodeado de la familia que tanto los amó.
Y aunque el cuerpo se apaga, el amor nunca se va: permanece con nosotros. ![]()
Quienes hemos tenido que decir adiós a una mascota sabemos que algo se rompe por dentro, y que una parte de nosotros se va con ellos.
Llorar está bien, extrañar también… aunque muchos no lo comprendan.
Porque el dolor es el precio de haber amado sin medida. ![]()
Con el tiempo, sin darnos cuenta, ese dolor se transforma en ternura. Y un día, al recordarlos, sonreímos y entendemos: nunca se fueron del todo, siguen viviendo en nuestro corazón.





Deja un comentario